Cuidar a personas mayores plantea retos únicos, sobre todo cuando aparece la confusión mental. El delirio y la demencia son dos afecciones que suelen causar confusión entre los cuidadores. Ambas implican cambios cognitivos, pero entender la diferencia es fundamental para proporcionar los mejores cuidados.

¿Qué es el delirio?

El delirio es un cambio repentino de la función mental que puede producirse en un periodo de horas o días. Suele estar causado por un problema médico subyacente, como una infección, deshidratación o una reacción a la medicación. Los síntomas suelen incluir confusión, dificultad para concentrarse y cambios de conciencia. El delirio puede fluctuar a lo largo del día, con periodos de lucidez seguidos de confusión repentina.

Uno de los puntos clave es que el delirio es reversible con un tratamiento médico adecuado. Una vez tratada la causa subyacente, la confusión suele remitir. Sin embargo, si no se trata, puede dar lugar a complicaciones graves, incluido el deterioro cognitivo permanente.

¿Qué es la demencia?

La demencia, en cambio, es una enfermedad progresiva que se desarrolla con el tiempo. Se caracteriza por un lento deterioro de la memoria, el juicio y la capacidad de razonamiento. La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia, pero hay otros tipos como la demencia vascular, la demencia con cuerpos de Lewy y la demencia frontotemporal.

A diferencia del delirio, la demencia es irreversible. El deterioro cognitivo asociado a la demencia es permanente, y los cuidadores deben aprender a gestionar las necesidades a largo plazo de las personas con la enfermedad. Los síntomas suelen incluir pérdida de memoria, dificultades de comunicación y cambios de personalidad.

¿Por qué se confunden a menudo estos dos casos?

El principal motivo por el que se confunde el delirio con la demencia es que ambos trastornos afectan a las capacidades cognitivas. Puede suponerse que un adulto mayor que experimenta una confusión repentina padece demencia, sobre todo si ya muestra signos de olvido o deterioro cognitivo leve.

Además, a veces puede aparecer delirio en personas con demencia. Este solapamiento dificulta el reconocimiento de la aparición repentina de delirio. Un cuidador que no reconozca las diferencias puede atribuir los rápidos cambios a la progresión de la demencia, cuando en realidad la persona padece una enfermedad tratable.

Diferencias clave que deben tener en cuenta los cuidadores

Como cuidador, es esencial observar y documentar cualquier cambio repentino en la función mental. He aquí algunas diferencias clave que ayudan a distinguir el delirio de la demencia:

  • Inicio: el delirio aparece de repente, mientras que la demencia se desarrolla lentamente con el tiempo.
  • Fluctuación: los síntomas del delirio pueden variar a lo largo del día, mientras que los de la demencia suelen ser estables.
  • Atención: las personas con delirio suelen tener problemas de atención, mientras que las personas con demencia suelen poder concentrarse en las tareas, sobre todo en las primeras fases.
  • Reversibilidad: El delirio puede revertirse con tratamiento, mientras que la demencia no.

Cómo reaccionar ante la sospecha de delirio

Si sospechas que una persona mayor sufre delirio, debes actuar de inmediato. Alerta al profesional sanitario e informa de cualquier síntoma, como confusión repentina o cambios de conciencia. Es importante identificar y abordar rápidamente la causa para evitar mayores complicaciones de salud.

Por otra parte, si trabajas con un cliente con demencia, es igualmente importante vigilar cualquier cambio repentino. Los cambios en su comportamiento normal pueden indicar un problema de salud no relacionado con la demencia, como delirio u otra afección médica.

Comprender la diferencia entre delirio y demencia es esencial para prestar los cuidados adecuados. Aunque ambas afecciones pueden manifestarse de forma similar, conocer las diferencias clave ayuda a los cuidadores a actuar adecuadamente y a garantizar que los clientes reciban el mejor tratamiento.

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